Uno de los temas de más discusión histórica a nivel financiero trata acerca de cómo lograr una mayor profundización de los servicios y productos que ofrecen las Bolsa de Valores dentro de una economía.

La cuestión fundamental detrás de esto es que no basta con disponer de un buen mercado de valores en un país, si el mismo no logra canalizar – en cantidad, regularidad y eficiencia- los excedentes de ahorro de la comunidad hacia aquellos demandantes de dinero que lo requieren en el país.

La anterior restricción se encuentra presente en muchos mercados financieros debido a que si un potencial inversionista pretendiera colocar sus ahorros en la Bolsa de Valores se vería comprometido, con las limitaciones de conocimiento y tiempo, en la obligación de informarse sobre las características de las distintas alternativas que ofrece el mercado. El proceso de inversión bajo tales circunstancias no se limita a simplemente conocer las posibles formas de operación de los productos sino los niveles de riesgo que contiene la adquisición de los mismos. Finalmente, puede suceder que incluso si existe un deseo por adquirir una determinada inversión; la misma podría estar limitada debido a que se exigen montos de inversión que no tiene el interesado; o que bien, que los requerimientos de inversión exigidos pueden superar el nivel de tolerancia al riesgo que este espera incurrir.

Es bajo estas circunstancias que un producto alternativo de manejo mancomunado puede contribuir a brindar mayores opciones de ahorro de la comunidad nacional, tanto a personas físicas, como empresas y agentes institucionales. A nivel internacional, la más eficiente y rentable de las formas de inversión mancomunada es lo que se denomina Fondos de Inversión, producto que recientemente aprobado la legislación de El Salvador, y que pretenderían constituirse en una nueva alternativa, pero complementaria, a los productos de inversión que se ofrecen ya en ese mercado de valores.

Los fondos de inversión son mecanismos de inversión que permiten a los inversionistas, de cualquier categoría socio-económica, género, edad y perfil de riesgo a realizar inversiones en forma conjunta constituyendo finalmente portafolios o carteras de inversiones de mediana y gran escala, las cuales bajo una administración profesional, tanto en términos financieros como de riesgo, permitirían devengar rendimientos y ganancias de capital que nos sería factible alcanzar por una vía de inversión individual y directa.

Siendo el fondo de inversión un mero vehículo para alcanzar niveles y formas de inversión alternativa, se requiere de un conductor o manejador del mismo. Bajo la normativa salvadoreña esa función la van a ejecutar las Gestoras de Fondos de Inversión, entidades, debidamente separadas del fondo en términos de representatividad jurídica, contabilidad y administración.

Estas gestoras de fondos de inversión estarían llamadas a convertirse en unidades ejecutoras y de toma de decisión para que el inversionista realice de mejor manera su proceso de inversión en el mercado de valores, esto por cuanto a través de estos entes se lograría, de conformidad con los parámetros y políticas previamente definidos en los reglamentos de inversión de cada fondo de inversión, construir portafolios de inversión rentables y con una administración profesional de los riesgos.

A través de la puesta en marcha de las gestoras, y de los fondos respectivos, se estarían dando condiciones para ampliar la frontera de inversión de la economía del país, pues por medio de este tipo de instrumento se podría realizar no solo la administración de títulos-valores, situación que por sí ya vendría a mejorar los niveles de desempeño de las casas de bolsa y de la Bolsa Valores; sino que además, permitiría generar sinergias de negocios tanto del sector financiero como en otros sectores de la economía. A nivel internacional, la evolución de esta figura ha llevado a la compra de activos como bienes raíces, financiamiento de proyectos inmobiliarios y desarrollo habitacional.

Bajo la figura de los fondos de inversión es factible brindar oportunidades de negocios y financiamiento a sectores económicos que podrían estar, por diferentes circunstancias, limitados a acceso bancario, sea desarrolladores inmobiliarios, proyectos de infraestructura (pública-privada), proyectos energéticos etc. Una buena utilización de esta herramienta a corto plazo debería permitir incluso pasar de fondos inmobiliarios de renta de locales de oficinas y comercio a versiones más progresistas tales como soluciones de la demanda residencial bajo la forma de fondos de leasing habitacional, modalidad de fondo de inversión donde el fondo es propietario de viviendas que alquila por un plazo programado a las familias interesadas, las cuales posteriormente podrían, bajo un precio pactado, comprar la vivienda que desde un principio habitan y deben de cuidar. Este tipo de esquema beneficiaría a las inmobiliarias nacionales, a las entidades de crédito, quienes podrían ir poco a poco construyendo el expediente de crédito de largo plazo de las familias; y principalmente, a la comunidad demandante de vivienda de El Salvador.

Con el reto que plantea la competencia internacional y el desarrollo económico de los países, los fondos de inversión recientemente aprobados en El Salvador estarían llamados a ser mecanismos que por un lado fomenten el ahorro interno y la democracia económica y, por el otro canalicen recursos financieros de corto y largo plazo a los mejores requerimientos productivos, especialmente patrimoniales. Igualmente, no deja de ser importante reconocer que los fondos de inversión actuando como un inversionista institucional podrían convertirse en un aliciente para que emisores públicos o privados reduzcan su exposición al riesgo de corto plazo de sus estructuras financieras al redimir estos y sustituirlos por emisiones de largo plazo, que difícilmente se colocarían entre inversionistas individuales de menor tamaño.

Sin embargo, lo ya mencionado no debe dejar de nublar a sus participantes en la seria responsabilidad que demanda su operación de cara al cliente; tanto en términos de esforzarse por construir vehículos de inversión que respondan apropiadamente a las expectativas de rentabilidad y riesgo de los mismos; como por el hecho de que el inversionista debe reconocer y aprender que los fondos de inversión son instrumentos financieros de renta variable, lo que significa, que debe aprender a entender que, más allá de una buena administración de una gestora, existen condiciones propias de los mercados bursátiles, de la nacional, y hasta de la economía mundial, que podrían hacer que los flujos esperados de la inversión sufran alteraciones e interrupciones.

En razón de lo anterior, desde una perspectiva formativa, y como producto nuevo en medio salvadoreño, los fondos de inversión se enfrentan a la tarea de explicar su operación y bondades a un mercado de clientes que ha vivido en la órbita de la renta fija y el pago periódico de intereses. En este sentido “todos” los participantes del mercado de valores (reguladores, la Bolsa de Valores, Casas de bolsa, entidades de capacitación y hasta los propios agentes corredores) llamados a crear condiciones de enseñanza y aprendizaje; y hacer de este ejercicio un proceso ordinario y rutinario de sus compañías. Tomará algún tiempo lograr que el instrumento trascienda al conocimiento general de la población, pero con un esfuerzo permanente y bien delimitado la cosecha por la siembra de este nuevo producto pronto vendrá, y beneficiará a todos aquellos que han hecho la debida tarea en su gestión y administración.

Por: Melizandro Quirós Araya, Consultor Financiero-Inmobiliario
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Fuente: Derecho & Negocios
Martes 11 de noviembre de 2014